InicioNoticiasPeregrinación a Tierra Santa: El Recuerdo de un Año de Reflexión

Peregrinación a Tierra Santa: El Recuerdo de un Año de Reflexión

Emocionada y con un corazón dispuesto a recibir, el pasado mes de abril emprendí mi primer viaje a Tierra Santa. Desde niña, mientras veía las películas en la Semana Mayor, me imaginaba caminando junto a la multitud, observando a Jesús mientras cargaba el madero. 

Parte de los preparativos del viaje fue la oración constante. Estaba conciente de que viviría unos días inolvidables. Mi único deseo era crecer en la fe y regresar a mi isla querida con un corazón renovado.

Sin lugar a dudas, uno de los momentos de mayor emoción fue la celebración de la Santa Eucaristía en el Mar de Galilea. La brisa, el sonido del agua dando sobre la barca, la naturaleza entera recibía al grupo de peregrinos de la Iglesia Episcopal. El Obispo de Puerto Rico, Rvdmo. Rafael Morales Maldonado, junto a un grupo de sacerdotes que rodeaban el altar improvisado, transmitía la epiritualidad que el momento ameritaba. Cerraba mis ojos e imaginaba a Jesús caminando sobre las aguas (Juan 6:19-21), calmando la tormenta (Mateo 8:23-26) y mostrando a los discípulos la pesca milagrosa (Lucas 5:1-8; Juan 21:1-6). Mi corazón latía fuertemente y las lágrimas llegaron cuando escuché de la canción Pescador de Hombres, “en la arena he dejado mi barca, junto a ti, buscaré otro mar”.

Santa Eucaristía celebrada en embarcación sobre el Mar de Galilea
Foto: Oficina de Comunicaciones
Mar de Galilea
Foto: Oficina de Comunicaciones

Los encuentros maravillosos apenas comenzaban. Llegó el día del recorrido por la Vía Dolorosa, el momento más anhelado. Las meditaciones del Vía Crucis, partiendo desde la Fortaleza Antonia o Torre de Antonio, una guarnición militar construida por Herodes, el Grande, en Jerusalén en la época del antiguo imperio romano y donde fue flagelado y condenado Jesús de Nazareth por Poncio Pilato. Continuamos por la Vía Dolorosa, en medio del bullicio de las calles de la antigua ciudad y terminando en la iglesia del Santo Sepulcro, en Gólgota, visitando el Calvario y donde estuvo la tumba de Cristo. El camino que recorrió Jesús es hoy un mercado lleno de bullicio. La gran cantidad de comercios dirigidos a la venta de recordatorios y mercancía de primera necesidad para los habitantes de la ciudad dificultan el momento de oración. Nada más lejano a la realidad vivida aquel primer viernes santo. Pero la emoción por estar en la Vía Dolorosa era mayor que cualquier distracción, en nuestra oración nos sentiamos junto al dolor de Jesús. 

Primera Estación de Via Crucis en Tierra Santa
Foto: Oficina de Comunicaciones
Vía Crucis en las calles de Antigua Jerusalén
Foto: Oficina de Comunicaciones

La entrada a la Basílica del Santo Sepulcro resulta impresionante, pero algo confusa. Debemos recordar que allí conviven seis comunidades religiosas cristianas con sus reglas fijas, que no están exentas de conflictos. Visto el templo desde el exterior resulta una construcción irregular de piedra y mampostería, reflejo del caos que supone el haber sido arrasado y reconstruido muchas veces a lo largo de casi dos mil años, desde la primera edificación que levantó el emperador Constantino. La visita puede tornarse complicada es en su interior. Allí conviven y rezan griegos ortodoxos, católicos, armenios, coptos, sirios, ortodoxos y etíopes. Son los griegos quienes tienen en su cargo el mayor espacio: el Calvario, la piedra de la unción y el katholicón (una iglesia dentro de la iglesia del Santo Sepulcro), entre sus posesiones principales. Los armenios, también ortodoxos, son los dueños del subsuelo, donde hay una capilla dedicada a Santa Elena, madre del emperador Constantino, quien convirtió el cristianismo en la religión oficial de Roma. Los franciscanos custodian la Capilla de la Crucifixión, el lugar donde se descubrió la cruz y dos oratorios donde Cristo se le apareció a su madre y a María Magdalena, mientras que los coptos (cristianos de Egipto) controlan solamente una pequeña capilla dedicada a José de Arimatea. Los etíopes custodian el tejado. Así, entre diferentes creyentes, transcurre la visita al Santo Sepulcro de Jerusalén, el cual se encuentra sobre un montículo donde la tradición señala que Cristo fue crucificado y en donde se custodia la propia tumba de Jesús. 

Santo Sepulcro
Foto: Oficina de Comunicaciones
Piedra donde fue acostado Jesús al ser bajado de la cruz.
Foto: Oficina de Comunicaciones

Para los que gustan de la historia y de la arqueología, Cafarnaúm, la ciudad que acompañó a Jesús en sus ultimos años de vida, resulta ser una visita impresionante. A la entrada, vemos la imagen de San Francisco de Asís. Una enorme iglesia con paredes de cristal parece estar flotando por la manera en que fue construida. Debajo, los restos de la casa de Pedro donde vivió Jesús sus últimos años. Desde esta ciudad, comenzó sus recorridos por las diferentes aldeas de Galilea para llevar su mensaje y fue allí donde reconoció a sus primeros discípulos.

Templo construido sobre los restos de la casa de Pedro, Cafarnaúm.
Foto: Oficina de Comunicaciones
Ruinas de la casa de Pedro en Cafarnaúm.
Foto: Oficina de Comunicaciones
Ruinas de antigua sinagoga, Cafarnaúm
Foto: Oficina de Comunicaciones

Finalizamos compartiendo la alegría de haber visitado la Basílica de la Natividad en Belén (Palestina), uno de los templos cristianos en uso más antiguos del mundo. Fue construida sobre la cueva, más conocida como Portal de Belén, donde según la tradición cristiana se cree que nació Jesús. La primera edificación de este templo data del siglo IV, por orden del emperador romano Constantino. 

Basílica de la Natividad, Belén
Foto: Oficina de Comunicaciones

Fueron muchos los lugares visitados, de cada uno guardamos un hermoso recuerdo. Meses después de este encuentro, quedamos sorprendidos ante las noticias de guerra en esta región tan valorada para todos los cristianos. Una Semana Santa sin la presencia de peregrinos, pero llena de fe y esperanza. Los religiosos seguirán custodiando los lugares sagrados, seguiremos caminando por la Vía Dolorosa desde nuestras iglesias, celebramos la Pascua de Resurreción con el corazón mirando hacia el rostro del Resucitado. Más fuerte que nunca será nuestro clamor, por la paz que tanto anhelamos. 

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