InicioReflexiónMaría, La Primera Cristiana.

María, La Primera Cristiana.

Rvdo. Canónigo Juan María Tellería Larrañaga PhD

En el Evangelio según San Lucas, capítulo primero, a partir del versículo 39, leemos el conocido y hermoso pasaje que la finisecular tradición cristiana ha designado con el nombre de Visitación de María a Elisabet[1], en el que, entre otros detalles de importancia, señalamos dos: la llamada Exaltación de María (versículo 45) y el cántico que el Evangelista coloca en labios de María (versículos 46b-55), conocido como el Magníficat por su primera palabra en el texto latino de la Vulgata[2].

En relación con el primero, leemos en el texto lucano:

“Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.”[3]

La exaltación pronunciada por Elisabet apunta directamente a la fe de María. María creyó algo increíble[4], contra toda lógica: la gestación y el nacimiento de su Hijo fuera de cualquier ley natural[5], sentando las bases de lo que habría de ser, andando el tiempo, una de las declaraciones más contundentes del cristianismo recogidas en los credos históricos:

Y por obra del Espíritu Santo nació de Santa María Virgen

En relación con el segundo, fijamos nuestra atención únicamente en los versículos 48b y 49a, donde leemos:

“Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. 

Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso.”[6]

Estas declaraciones indican con total nitidez la fe de la Iglesia, la comunidad de los creyentes a la que se dirige el Evangelista[7] y que exalta la figura de María, la reconoce como Madre del Señor, Madre de Dios[8]y, en definitiva, Madre de todos nosotros en Cristo Jesús[9]. La fe de María es inseparable de la fe de la Iglesia, pues la anticipa y la fortalece, de manera que la joven Virgen de Nazaret, por una especialísima y misteriosa disposición de la Providencia, se convierte en el personaje más importante de la Historia de la Salvación.[10] María es, por tanto, la primera reveladora y la primera desveladora de Cristo en el mundo, e incluso, sin temor a equivocarnos, la primera cristiana en el tiempo.

La fe de María es inseparable de la fe de la Iglesia, pues la anticipa y la fortalece, de manera que la joven Virgen de Nazaret, por una especialísima y misteriosa disposición de la Providencia, se convierte en el personaje más importante de la Historia de la Salvación.

Nada de extraño tiene, por ende, que la veneración y la devoción mariana haya cobrado tanta fuerza en la Iglesia universal desde los primeros siglos de historia del cristianismo, y que hoy se mantenga viva y floreciente en las grandes confesiones, la Comunión Anglicana entre ellas. El diálogo mariano entre católicos romanos y anglicanos, siempre permanente, nunca cerrado ni concluido, halla un hito histórico en el documento titulado María, gracia y esperanza en Cristo[11], que sin duda dará paso a nuevos avances y una mayor profundización de la figura de María en la cristología y la soteriología.

Concluimos esta breve disertación con la frase latina que condensa todo el valor, toda la importancia de María en la fe cristiana:

Per Mariam ad Jesum

María nos conduce directamente a su Hijo Jesucristo. Tal es su misión, tal su función, tal su inefable privilegio.

BIBLIOGRAFÍA SUCINTA

AA.VV. María en el Nuevo Testamento. Una evaluación conjunta de estudiosos católicos y luteranos. Ediciones Sígueme, 2024.

DÍEZ QUINTANILLA, J. M. Las apariciones de la Virgen María. Doctrina e historia. Libros Libres, 2020.

EMMERICH, A. C. La vida oculta de la Virgen María. Voz de Papel, 2019.

GIMÉNEZ GONZÁLEZ, A. María, mi madre. Corredentora, mediadora, abogada. Nueva Eva, 2024.

GRIGNION DE MONFORT. S. L. M. Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María. El camino, la verdad y la vida, 2023.

TELLERÍA LARRAÑAGA, J.M. Un encuentro con María. Reflexiones de un clérigo anglicano sobre la Santa Madre de nuestro Señor Jesucristo. Editorial Sapere Aude, 2019.


[1] Algunos prefieren designarlo como Visitación de María a santa Isabel.

[2] Engrandece mi al Señor. En latín: Magnificat anima mea Dominum.

[3] Las citas bíblicas las tomamos de la versión RVR60 (Reina-Valera Revisada de 1960).

[4] Recuérdese en Credo quia absurdum (“lo creo porque es increíble”), paráfrasis de una de las declaraciones del apologeta Tertuliano de Cartago (siglo II) en De Carne Christi V, 4.

[5] En los años 90 del siglo pasado, y en ciertos círculos religiosos fundamentalistas, se quiso explicar científicamente la gestación y el nacimiento de Jesús como un caso de partenogénesis, pero ninguno de los argumentos presentados obtuvo la aprobación de los especialistas. Para una explicación de lo que es la partenogénesis ver KAWAHARA, M. & KONO, T. (2009) “Longevity in mice without a father”, in Human reproduction 25 (2): 457-61.

[6] Palabras que se encuentran en uno de los cánticos actuales de la liturgia católica romana con la forma:

El Señor hizo en mí maravillas. Gloria al Señor.

[7] Aunque la dedicatoria de San Lucas se dirige a un personaje muy concreto, un tal Teófilo (1, 1-4), sin duda alguien eminente y, como algunos exegetas han señalado, funcionario imperial de alta graduación, resulta innegable que tras este nombre se encuentra un conjunto de creyentes, una comunidad cristiana que dependía de él.

[8] Madre de Dios encarnado. La Theotokos de las tradiciones cristianas ortodoxas.

[9] Ver Hechos 1, 12-14. El libro de Hechos es también, conforme a la tradición cristiana más extendida, obra de San Lucas Evangelista. 

[10] Historia Salutis o también Heilsgeschichte, al decir de muchos especialistas que escriben en nuestro idioma y en los de nuestro entramado cultural de Occidente.

[11] Documento de Seattle, 2005.

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